Saluden Educados Lindo día para todos❤️😍

Imagen aleatoria
Imagen aleatoria

Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria
Imagen aleatoria

Meriendas Saludables

Lo primero que me gustaría admitir es que hay dos factores generales que contribuyen al “hambre”: uno es fisiológico y el otro emocional o psicológico. Claro, podemos sumergirnos en conversaciones al respecto, pero por ahora lo mantendremos simple. La segunda admisión que me gustaría hacer es reconocer que sin una gestión adecuada del hambre física, será mucho más difícil (si no casi imposible) gestionar el resto.

¿Qué quiero decir con esto?

Imagínese estar frente a un suministro ilimitado de sus refrigerios favoritos: tal vez mezcla de nueces, papas fritas o galletas, ya se hace una idea. Ahora imagina que han pasado 8 horas desde la última vez que comiste. Como probablemente habrás adivinado, en este escenario sería muy difícil comer de forma consciente. (Sin duda, la mayoría de nosotros no tenemos que esforzarnos mucho para imaginar un escenario como este. Si dejamos que nuestras apretadas agendas se apoderen de nosotros, es fácil pasar todo un día de trabajo sin comer. Podemos quedar tan atrapados en nuestras trabajo y nos distraemos tanto que puede resultar difícil que las señales de hambre de nuestro cuerpo se escuchen eficazmente).

Imagine que acaba de terminar una comida completa y nuevamente se enfrenta a un suministro ilimitado de su refrigerio favorito. ¿Cómo te sientes? Puede ser muy diferente desde el primer momento. A veces nos damos cuenta de que ya no queremos nada de ese bocadillo. Aquí vemos el poder de nuestra hambre y cómo puede ser un catalizador para que comamos o comamos en exceso cuando se nos presenta la oportunidad de hacerlo.

Si es nuevo en nutrición o está tratando de sintonizarse mejor con las señales de hambre físicas y emocionales, es posible que desee experimentar con el horario de las comidas. Un buen punto de partida es establecer un horario de comidas y refrigerios que le permita comer cada 3 horas. Por ejemplo: desayuno a las 7, merienda a las 10, almuerzo a la 1, merienda a las 4 y cena a las 7. Tómate un tiempo para jugar con esto y ajústalo según tus hallazgos. Algunas personas consideran que están bien con 4 horas entre comidas y, por lo tanto, pueden programar de manera efectiva solo un refrigerio más grande a lo largo del día.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*